¿Qué será lo más importante cuando nos vamos a confesar? ¿Será examinar nuestras conciencia y preparar una lista de nuestros pecados desde la última confesión?¿O acaso el
Contarle nuestros pecados al sacerdote y recitar el Actos de contrición? ¿O será el recibir la
Absolución de la Iglesia por medio del sacerdote y hacer nuestra penitencia?
Ciertamente todo esto es importante, pero a mí me gusta pensar en la confesión como un
Movimiento de cuatro pasos hacia un encuentro más profundo con Cristo; un encuentro en el cual nuestra miseria se presenta a su misericordia.
¿Cuáles son los cuatro pasos?
Reflexionar sobre nuestras vidas, arrepentirnos de nuestros pecados, recibir misericordia y responder a Dios siendo misericordiosos con los demás.
(cf.Juna 16,8). El Papa Juan Pablo II dice que está es una de la principales tareas del Espíritu Santo.
¿Por qué le Espíritu Santo no “Convence” en lo referente a nuestros pecados? ¿Para hacernos sentir culpables? NO. El Espíritu Santo nos convence de nuestros pecados para que podamos ver nos como somos realmente, reconociendo la gravedad de nuestra concupiscencia, de nuestra debilidad y nuestra necesidad de la misericordia de Dios.
Al permitir que el Espíritu Santo haga esto, descubrimos lo que es el pecado y lo que significa.
Pecado es simplemente alejarse de Dios; el pecado no cambia a Dios o disminuye su amor por nosotros, si no que nos separa de Él.
Si yo me alejo de la luz del sol y entro en una cueva, me sitúo en la oscuridad. El sol no ha cambiado y su luz todavía está disponible para mí. Todo lo que tengo que hacer es salir de la cueva. De la misma forma, cuando me alejo de Dios y entro en la cueva de mis propios asuntos y deseos, me sitúo en el pecado. Dios no ha cambiado, y su amor y perdón están siempre disponibles. Yo simplemente necesito regresar a su presencia.
Por lo tanto, antes de ir a confesarnos, necesitamos hacer más que simplemente improvisar una rápida lista de pecados. Necesitamos dedicar tiempo a la oración y a la reflexión, pidiendo
(y permitiendo) que el Espíritu Santo nos lleve a través de los varios tipos de pecados, para que podamos ver claramente todas las formas en que nos hemos alejado de Dios. No para deprimirnos, sino para que, en el confesionario, podamos presentarnos ante Dios como somos realmente, convencidos de la necesidad que tenemos de su misericordia y deseos de recibirla.
Nuestra confesión será especialmente provechosa si primero podemos reconocer y luego expresar al sacerdote el área de nuestras vidas en la cual más necesitamos misericordia.
La siguiente lista puede ayudarle a examinar, bajo la luz del Espíritu Santo, los posibles tipos de pecados en su vida:
1.- Amarás a Dios sobre todas las cosas.
2.- NO tomarás el nombre de Dios en vano.
3.-Santificarás las fiestas.
4.- Honrarás a tu Padre y a tu Madre.
5.-No matarás.
6.-No cometerás actos impuros.
7.- No robarás.
8.- No mentiras.
9.- No tendrás pensamientos impuros.
.No ser misericordiosos como el Padre es misericordiosos (cf.Lucas 6,36)
.No perdonar como somos perdonados (cf. Mateo 6,14-15).
.Malgastar los talentos.
.Malgastar el sufrimiento.
Dios Padre escogió el camino del sufrimiento de su hijo Jesús para traer perdón y misericordia a toda la humanidad. Y Él nos ha pedido usar nuestro sufrimiento, uniendo al de cristo. (cf.Filipenses 1,29: Colosenses 1:24; Lucas 9,23).
.Crear ídolos de los éxitos.
.Crear ídolos por la reputación
.Crear ídolos de los dones
.Crear ídolos del dinero etc…
.Tratar de salvarnos sin considerar a los otros egoístamente.
.Tratar de vivir sin Dios
En el confesionario, consciente de nuestros pecados, regresamos a Dios tal y como somos realmente, a través de su representante, el sacerdote. Sin esconder nada, sin excusas, totalmente expuesto a la vista de Dios.
En nuestra pecaminosidad, pedimos perdón. En nuestra enfermedad, pedimos salud. En nuestra debilidad, pedimos fuerza. En nuestra miseria, pedimos misericordia. Vacíos humildes y arrepentidos, nos postramos ante Dios, determinados a enmendar nuestras vidas y resueltos a la reconciliación y a hacer penitencia.
Pero no hacemos esto con un espíritu triste. ¡Lo hacemos con jubilo! La Confesión no es tribunal de enjuiciamiento donde otros nos acusan y un juez nos condena. Como lo explica Sor María Faustina, la confesión es un “tribunal de la misericordia” donde nos acusamos a nosotros mismos bajo la luz del Espíritu Santo. (cf.Diario. 1448)
Ya que Él está de nuestro lado, como abogado defensor, para que podamos recibir no una sentencia, sino misericordia.
Mientras más nos vaciemos, más podremos llenarnos.
Todo esto se resume en una palabra: La confianza.
La confianza es la clave para recibir la misericordia de Dios. Entre más confiemos en que Dios realmente nos ama, que realmente se preocupa de nosotros de la manera personal
(Sin importar lo grave de nuestros pecados) más podremos deshacernos de todas las cosas que nos impide llenarnos de su amor.
“Que ningún alma tema acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como escarlata”, dijo Jesús a sor Faustina. “Cuanto más confíe un alma, tanto más
Recibirá” (Diario, 699 ; 1578).
Las palabras de absolución que la Iglesia pone en la boca del sacerdote hablan de este gran regalo de misericordia que recibimos en el Sacramento de la Reconciliación
“Dios, Padre misericordioso, que reconcilió al mundo consigo por la muerte y la resurrección de su hijo y envió al Espíritu Santo para el perdón de los pecados, te conceda por el misterio de la iglesia, el perdón y la paz; y yo te absuelvo de todos tus pecados, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.”
Ël deja esto muy claro en sus palabras a Sor Faustina: “Cuando un alma se acerca a Mí con confianza, la colmo con tal abundancia de gracias que ella no puede contenerlas en sí misma, sino que las irradia sobre otras almas”
(Diario, 1074).
Este derroche de la misericordia de Dios hacia los demás no es una respuesta opcional; es un requerimiento.
Nuestro Señor nos dice: “Den gratuitamente puesto que recibieron gratuitamente” (mateo10,8). “ Ámense unos a los otros como yo los he amado” (Juan 13,34). “Sean misericordiosos, como también su Padre es misericordioso” (Lucas 6,36).
En sus revelaciones a Sor Faustina, nuestro Señor reafirma fuertemente estos mandatos del Evangelio:
“exijo de ti obras de misericordia; debes mostrar misericordia al prójimo siempre y en todas partes” (Diario, 742). “ Si el alma no practica la misericordia de alguna manera, no conseguirá mi misericordia en el día del juicio” (Diario, 1317). ¿Cómo podremos practicar la misericordia?
Por medio de nuestras acciones, palabras y oraciones, llevando a cabo las obras de Misericordia Corporales y Espirituales, y desarrollando una actitud misericordiosa en nuestra vida diaria. Y de este modo, nos convertimos en “embajadores de la reconciliación” (cf. 2 corintios 5,20), instrumentos en las manos de Dios para llevar su reconciliación, Su perdón y Su misericordia a todos aquellos que conozcamos en nuestra vida diaria.
Y así, cerrando el círculo de misericordia, nos preguntamos: ¿cómo debemos acercarnos al Sacramento de la Reconciliación?
No como una mera recitación de pecados, sino como un camino para encontrar la misericordia de Dios.Invocando al Espíritu Santo, Quien mostrándonos nuestros pecados, nos invita arrepentirnos y nos facilita llevar nuestros pecados a la fuente de misericordia, la Cruz de Jesucristo. Ahí al pie
+ Rosendo Huesca Pacheco
Arzobispo de Puebla. México
27 de septiembre de 1999